sábado, 24 de septiembre de 2011

La cárcel de tu cuerpo (1 de 2)

“Para el flaco que vive en ti”.

¡Hola a todos! Espero que estén bien, contentos y que hayan pasado una buena semana. El tema de hoy es el sobrepeso ¿Quién no ha estado alguna vez, gordito? Los gordos, gruesos, llenitos, obesos, regordetes, rechonchos o apodados “cariñosamente” morsa, elefante, rinoceronte, camión, tonel, cuadrado, tanque… y podría seguir con los sinónimos hasta el infinito porque he escuchado más que éstos apodos de “amigos” a sus amigos gordos.


Dicen los estudios clínicos que si hasta los dos años uno fue gordo tiene las suficientes células grasas para provocar una vida completa de gordura. Hubo una época (no hace tanto) en que los bebés gorditos “eran muy saludables”, era la época en que las mujeres voluptuosas estaban de moda y la anorexia casi no se conocía. ¡Bienvenidos al mundo de los desórdenes alimenticios!

En Estados Unidos hay gente muy pero muy “gordita”, en realidad hay personas que están sobrepeso, hay personas obesas y otras personas que padecen de obesidad mórbida. Esta gordura llega al punto en que se convierte en una adicción y la comida sirve para calmar su ansiedad, no es que realmente tengan tanto hambre, si no que usan la comida como un tranquilizante. La primera vez que vi personas tan gordas pensé “¿Cómo alguien puede hacerse tanto daño a sí mismo?”  Sin embargo, aunque estén sobrepeso y muchos obesos son capaces de usar lencería de tamaño extra-mega-grande, de vestir con shorts y de disfrutar y pasear sin importarle mucho la estética, ni las miradas o lo que puedan decir los demás. ¿De verdad no les importa? ¿De verdad ya han superado las miradas, unos con curiosidad y otros con morbosidad?, ¿Y los cuchicheos no los incomodan? ¿Será que no tienen complejos? Sólo sé que en una situación igual a pesar de la “tremenda masa” que sería mi cuerpo, quisiera pasar lo más desapercibida posible.

Nos pasa a todos, Kirstie Alley, actriz de películas en Hollywood.
Cada uno de nosotros es dichoso a su manera y hay algo en que sí estoy de acuerdo: el que uno esté gordo no significa que no pueda disfrutar la vida, compartir con amigos, ir a fiestas, bañarse en la piscina o en el mar, ir a fiestas, gozar de un asado (BBQ), tener una pareja, viajar, porque ser gordo no es estar muerto, es solamente un estado físico. En el caso de los obesos es tener un problema de salud o mejor dicho, varios. No voy a entrar en ese tema pero es sabido que como producto de la gordura hay muchas enfermedades serias que están relacionadas. Sin embargo, hay que separar las dos cosas: la falta de voluntad para ocuparnos de nuestro cuerpo, de nuestra salud y por otro lado, el corazoncito que llevamos dentro que late igual en todos los seres humanos y palpita con los mismos sentimientos. Todos merecemos ser felices, no importa cómo somos por fuera. Casos revelados en la prensa muestran personas obesas que no pueden levantarse de su cama. Tienen que comer, asearse y hacer sus necesidades básicas con la ayuda de alguien más. No me gustaría estar presa de mi cuerpo y amarrada a mi cama y las alternativas que esta gente tiene tampoco son fáciles; a veces tienen que escoger entre una operación y la muerte, lo cual no debe ser nada sencillo, aunque si no toman acción y deciden seguir en el estado en que se encuentran, van a morir de todas formas.


Muchas veces resulta chocante de la manera en que se visten algunas personas: esas piernas celulíticas en shorts de lycra sumamente apretados y camisetas tan ajustadas con “las carnes” marcadas en cascadas, sin embargo, las personas que son obesas y visten así parecen estar alegres. La pregunta es: ¿Realmente lo son? Aunque no tenemos evidencia para demostrar que lo son, tampoco hay forma de explicar la industria que existe exclusivamente para los gordos y consiste en que dejen de serlo.

La mayoría de los productos que se venden en televisión, se anuncian en la prensa y en las pautas de radios, aparecen por montones justamente después del periodo navideño porque la gente comió demás, aumentó de peso y una de las resoluciones típicas para el Año Nuevo, me atrevería a decir que es la más común entre la ciudadanía global, es cuidar la salud y bajar de peso. Estos productos que están a “precios especiales o en oferta” son los equipos de hacer ejercicios, como pesas, trotadoras, bicicletas fijas y exteriores, colchonetas para yoga, sistemas de Pilates en una caja, videos en una variedad sorprendente y se le suma a éstos todas las pastillitas “naturales”, los limpiadores intestinales, los “teses” chinos, las batidas preparadas líquidas o en polvo, las fajas de torso para arriba, de torso para abajo o completas, etc.  Todos estos artículos, prometiendo que no va a haber ninguna clase de sacrificio, que uno va a poder comer cuanto quiera y va rebajar todo el peso que acumuló durante los muchos años en que comió demasiado, hablando de “resultados reales” en una semana, pertenecen a una industria multimillonaria y esa industria subsiste porque hay personas que necesitan bajar de peso y quieren creer el cuento que les cuentan: que se puede bajar de peso sin sacrificio. 

En todos los anuncios siempre presentan las fotos de “antes” y “después” para mostrar unos cuerpos musculosos, dorados por el sol, brillosos por el aceite, haciendo ejercicios en la playa en trajes de baño minúsculos y el pobre gordo lo quiere creer; es más fácil tomar una pastillita justo antes de comer para “atrapar” todos esos carbohidratos malos, que hacer un sacrificio horrible, cuidar “el pico” (lo que se come) y hacer ejercicio.  La persona compra la pastillita que está hecha “naturalmente”, a veces con sustancias tóxicas sin darse cuenta de que ese tipo de “milagro” no existe.  Así que el individuo seguirá su vida por unos meses más, engañándose, igual de gordo o peor de que cuando comenzó, porque en vez de cuidarse se va a dar todos los gustos, “total la pastillita milagrosa me protege”. Y luego como esta “pastillita” no dio resultado seguirá comprando indefinidamente otros productos de la misma calidad convenciéndose a sí mismo que el próximo si lo hará. 

Línea Reductora, sólo tienes que poder ponértela.
Si nos fijamos en todos los infomerciales que pasan en los distintos canales de compras y también en los pautados en canales de cable, se nota claramente la psicología que usan para engañar a ese público ávido de perder peso. Ellos viven de la desesperación de la persona gorda que quiere rebajar, que no quiere hacer el esfuerzo, que les cree todo lo que le dicen y abusan de ese consumidor no sólo prometiéndole mentiras sino que les dan un “precio inigualable” (inigualablemente caro) y para colmo los ingredientes que usan pueden ser altamente tóxicos porque se ha sabido de casos de personas que han muerto a consecuencia de ese tipo de “suplementos dietéticos”. Digo suplementos dietéticos porque así están clasificados por la FDA (por sus siglas en inglés (Food and Drug Administration), sobre los cuales no existe ningún tipo de control, ni de los ingredientes usados, ni de los laboratorios que los fabrican, ni sobre los distribuidores. La FDA no tiene jurisdicción sobre estos suplementos porque no son medicamentos.


Uno de esos componentes venenosos es el “guaraná de Brasil, conocida con varios nombres, como el de efedrina”. Este compuesto, extraído de la flor de una planta brasileña ocasionó un montón de muertes. En uno de los casos publicitados, era una señora que estaba haciendo su dieta e iba al gimnasio. Allí, su entrenador personal le recomendó la “pastillita” que la mató de un infarto. Otro de los casos muy publicitados fue el de una mujer joven que acabando de casarse quería bajar unas libritas (kilitos) de más y sólo estaba un poco sobrepeso. La misma historia pero con un final extremadamente peor, la pastillita le ocasionó un derrame cerebral que la dejó en cama por muchos años y generó una lucha en la corte entre su esposo y sus padres para desconectarla y dejarla morir en paz. Así terminó la vida de una persona por jugar a la “dieta sin sacrificio”.

Flor de la planta Guaraná.
Entre los productos para rebajar están los libros de dieta, algunos de ellos tan completos que incluyen no sólo la dieta, las recetas (hay que aprender a cocinar de nuevo y usar un montón de ingredientes que uno no sabía que existían y que tampoco se consiguen en los supermercados a los que se tienen acceso, además de tener que medir y pesar cantidades específicas de los componentes del “manjar”); un libro de ejercicios de cinco minutos asegura que la persona pasará de ser de un padrino (botellón) de refresco a un “six pack” (se le dice “paquete de seis” a los músculos del abdomen cuando están bien formados y duros porque así viene embasadas las latas de refresco) y para terminar un diario para llevar cuenta de todas las calorías que se comió durante el día. No entiendo como una persona que le daba a su cuerpo nada más que 8,000 calorías diarias ahora solamente puede consumir 1450 y “no pasar hambre”. 


Además me faltan mencionar, todos los establecimientos para perder peso establecidos ya por años como por ejemplo Jenny Craig, o Natural Slim, médicos que hacen acupuntura, médicos que proveen dietas secas, etc.  Todos ellos prometen que sus respectivos sistemas funcionarán para siempre, mjum, lo cual es muy cierto. Van a funcionar para siempre, siempre y cuando lo hagas, siempre y cuando no te tientes y siempre y cuando no te justifiques “Hoy es mi cumpleaños”, “Ayer hubo fiesta en la oficina”. Toda dieta funciona, somos nosotros los que no la hacemos funcionar cuando nos mentimos a nosotros mismos que la hacemos “con unas trampitas”.


Y finalmente un medio sumamente poderoso hoy en día: las páginas de internet ofreciendo dietas innovadoras, pastillitas, algún producto que es mejor que el té chino y también las páginas como WeightWatchers.com, Diet.com, CalorieCount.com, JorgeCruise.com, RichardSimmons.com, sólo por nombrar algunas.


El problema que tienen las personas gordas es el constante sube y baja que posiblemente se remonta a su adolescencia, o sea la “dieta del yo-yo”. Las inevitables consecuencias son que la mayor parte de sus vidas la pasaron haciendo dieta. Cuando dejaron “la dieta” de esta temporada terminaron pesando más que cuando comenzaron. Los resultados también fueron que cuando dejaron la dieta comieron todo lo que les daba la gana sin ningún control, porque estaban hartos del sacrificio y así es como volvieron a engordar todo lo que habían bajado y vuelven a subir por encima del que había sido su peso inicial. 

Después de muchos años así, la dieta consiste en “el lunes empiezo” y el jueves ya están flaqueando, por lo tanto, “El lunes empiezo…” y se convierte en una costumbre y en un círculo vicioso.  Y así se van sumando las libras (kilos) una a una y ahí se comete otro error más, se va cambiando de talle de ropa hacia arriba y guardando la ropa pequeña “para cuando rebaje”. Es muy triste ver la transformación de una persona rellenita a una gorda y a una obesa; cuando uno comienza a engordar tanto, llega el momento en que no se sabe si no tiene cuello o si tiene demasiado. Es como que no hubiera una separación entre cabeza, cuello y torso y la parte superior del cuerpo se convierte en una sola pieza hasta las caderas. 

Un caso típico es el de las mujeres que se ponen un collar fabuloso para completar su atuendo y los pliegues de lo que solía ser su cuello, se lo tragan.  Sumado a eso comienzan a aparecer problemas para respirar que con el tiempo se van agravando, caminan unos pasos y se agitan considerablemente. Entran a bañarse y no alcanzan con sus brazos la espalda, así que lo único que pueden hacer es dejar correr el agua y que se auto-limpie con el champú que chorrea del cabello. El abdomen va creciendo y sólo pueden ver sus pies; no se sabe si sus partes privadas todavía existen porque se pueden sentir pero no se pueden ver; agacharse y alcanzar los pies es un proyecto. 

Otro tipo de dificultades que parecen graciosas pero son frustrantes para la persona con sobrepeso es ir a cenar afuera y mancharse la camisa o la blusa.  La barriga se pone tan grande que se convierte en la extensión de la mesa y se le debería poner un mantel para no mancharse con jugo, con salsa o con cualquier cosa que salpique y después es imposible quitar la mancha. Es una cuestión de espacio versus volumen, tal vez se le pueda preguntar a un físico, matemático o ingeniero. Así es como el gordo deja de disfrutar la comida y comienza a engullir, luego se atraganta y el show termina tosiendo hasta que de todas las mesas se dan vuelta a mirar que pasó. ¡Y quería pasar desapercibido! Realmente triste. ¡Japi Bloguin!

Continua la próxima semana. No se lo pierdan

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