sábado, 24 de septiembre de 2011

La cárcel de tu cuerpo (1 de 2)

“Para el flaco que vive en ti”.

¡Hola a todos! Espero que estén bien, contentos y que hayan pasado una buena semana. El tema de hoy es el sobrepeso ¿Quién no ha estado alguna vez, gordito? Los gordos, gruesos, llenitos, obesos, regordetes, rechonchos o apodados “cariñosamente” morsa, elefante, rinoceronte, camión, tonel, cuadrado, tanque… y podría seguir con los sinónimos hasta el infinito porque he escuchado más que éstos apodos de “amigos” a sus amigos gordos.


Dicen los estudios clínicos que si hasta los dos años uno fue gordo tiene las suficientes células grasas para provocar una vida completa de gordura. Hubo una época (no hace tanto) en que los bebés gorditos “eran muy saludables”, era la época en que las mujeres voluptuosas estaban de moda y la anorexia casi no se conocía. ¡Bienvenidos al mundo de los desórdenes alimenticios!

En Estados Unidos hay gente muy pero muy “gordita”, en realidad hay personas que están sobrepeso, hay personas obesas y otras personas que padecen de obesidad mórbida. Esta gordura llega al punto en que se convierte en una adicción y la comida sirve para calmar su ansiedad, no es que realmente tengan tanto hambre, si no que usan la comida como un tranquilizante. La primera vez que vi personas tan gordas pensé “¿Cómo alguien puede hacerse tanto daño a sí mismo?”  Sin embargo, aunque estén sobrepeso y muchos obesos son capaces de usar lencería de tamaño extra-mega-grande, de vestir con shorts y de disfrutar y pasear sin importarle mucho la estética, ni las miradas o lo que puedan decir los demás. ¿De verdad no les importa? ¿De verdad ya han superado las miradas, unos con curiosidad y otros con morbosidad?, ¿Y los cuchicheos no los incomodan? ¿Será que no tienen complejos? Sólo sé que en una situación igual a pesar de la “tremenda masa” que sería mi cuerpo, quisiera pasar lo más desapercibida posible.

Nos pasa a todos, Kirstie Alley, actriz de películas en Hollywood.
Cada uno de nosotros es dichoso a su manera y hay algo en que sí estoy de acuerdo: el que uno esté gordo no significa que no pueda disfrutar la vida, compartir con amigos, ir a fiestas, bañarse en la piscina o en el mar, ir a fiestas, gozar de un asado (BBQ), tener una pareja, viajar, porque ser gordo no es estar muerto, es solamente un estado físico. En el caso de los obesos es tener un problema de salud o mejor dicho, varios. No voy a entrar en ese tema pero es sabido que como producto de la gordura hay muchas enfermedades serias que están relacionadas. Sin embargo, hay que separar las dos cosas: la falta de voluntad para ocuparnos de nuestro cuerpo, de nuestra salud y por otro lado, el corazoncito que llevamos dentro que late igual en todos los seres humanos y palpita con los mismos sentimientos. Todos merecemos ser felices, no importa cómo somos por fuera. Casos revelados en la prensa muestran personas obesas que no pueden levantarse de su cama. Tienen que comer, asearse y hacer sus necesidades básicas con la ayuda de alguien más. No me gustaría estar presa de mi cuerpo y amarrada a mi cama y las alternativas que esta gente tiene tampoco son fáciles; a veces tienen que escoger entre una operación y la muerte, lo cual no debe ser nada sencillo, aunque si no toman acción y deciden seguir en el estado en que se encuentran, van a morir de todas formas.


Muchas veces resulta chocante de la manera en que se visten algunas personas: esas piernas celulíticas en shorts de lycra sumamente apretados y camisetas tan ajustadas con “las carnes” marcadas en cascadas, sin embargo, las personas que son obesas y visten así parecen estar alegres. La pregunta es: ¿Realmente lo son? Aunque no tenemos evidencia para demostrar que lo son, tampoco hay forma de explicar la industria que existe exclusivamente para los gordos y consiste en que dejen de serlo.

La mayoría de los productos que se venden en televisión, se anuncian en la prensa y en las pautas de radios, aparecen por montones justamente después del periodo navideño porque la gente comió demás, aumentó de peso y una de las resoluciones típicas para el Año Nuevo, me atrevería a decir que es la más común entre la ciudadanía global, es cuidar la salud y bajar de peso. Estos productos que están a “precios especiales o en oferta” son los equipos de hacer ejercicios, como pesas, trotadoras, bicicletas fijas y exteriores, colchonetas para yoga, sistemas de Pilates en una caja, videos en una variedad sorprendente y se le suma a éstos todas las pastillitas “naturales”, los limpiadores intestinales, los “teses” chinos, las batidas preparadas líquidas o en polvo, las fajas de torso para arriba, de torso para abajo o completas, etc.  Todos estos artículos, prometiendo que no va a haber ninguna clase de sacrificio, que uno va a poder comer cuanto quiera y va rebajar todo el peso que acumuló durante los muchos años en que comió demasiado, hablando de “resultados reales” en una semana, pertenecen a una industria multimillonaria y esa industria subsiste porque hay personas que necesitan bajar de peso y quieren creer el cuento que les cuentan: que se puede bajar de peso sin sacrificio. 

En todos los anuncios siempre presentan las fotos de “antes” y “después” para mostrar unos cuerpos musculosos, dorados por el sol, brillosos por el aceite, haciendo ejercicios en la playa en trajes de baño minúsculos y el pobre gordo lo quiere creer; es más fácil tomar una pastillita justo antes de comer para “atrapar” todos esos carbohidratos malos, que hacer un sacrificio horrible, cuidar “el pico” (lo que se come) y hacer ejercicio.  La persona compra la pastillita que está hecha “naturalmente”, a veces con sustancias tóxicas sin darse cuenta de que ese tipo de “milagro” no existe.  Así que el individuo seguirá su vida por unos meses más, engañándose, igual de gordo o peor de que cuando comenzó, porque en vez de cuidarse se va a dar todos los gustos, “total la pastillita milagrosa me protege”. Y luego como esta “pastillita” no dio resultado seguirá comprando indefinidamente otros productos de la misma calidad convenciéndose a sí mismo que el próximo si lo hará. 

Línea Reductora, sólo tienes que poder ponértela.
Si nos fijamos en todos los infomerciales que pasan en los distintos canales de compras y también en los pautados en canales de cable, se nota claramente la psicología que usan para engañar a ese público ávido de perder peso. Ellos viven de la desesperación de la persona gorda que quiere rebajar, que no quiere hacer el esfuerzo, que les cree todo lo que le dicen y abusan de ese consumidor no sólo prometiéndole mentiras sino que les dan un “precio inigualable” (inigualablemente caro) y para colmo los ingredientes que usan pueden ser altamente tóxicos porque se ha sabido de casos de personas que han muerto a consecuencia de ese tipo de “suplementos dietéticos”. Digo suplementos dietéticos porque así están clasificados por la FDA (por sus siglas en inglés (Food and Drug Administration), sobre los cuales no existe ningún tipo de control, ni de los ingredientes usados, ni de los laboratorios que los fabrican, ni sobre los distribuidores. La FDA no tiene jurisdicción sobre estos suplementos porque no son medicamentos.


Uno de esos componentes venenosos es el “guaraná de Brasil, conocida con varios nombres, como el de efedrina”. Este compuesto, extraído de la flor de una planta brasileña ocasionó un montón de muertes. En uno de los casos publicitados, era una señora que estaba haciendo su dieta e iba al gimnasio. Allí, su entrenador personal le recomendó la “pastillita” que la mató de un infarto. Otro de los casos muy publicitados fue el de una mujer joven que acabando de casarse quería bajar unas libritas (kilitos) de más y sólo estaba un poco sobrepeso. La misma historia pero con un final extremadamente peor, la pastillita le ocasionó un derrame cerebral que la dejó en cama por muchos años y generó una lucha en la corte entre su esposo y sus padres para desconectarla y dejarla morir en paz. Así terminó la vida de una persona por jugar a la “dieta sin sacrificio”.

Flor de la planta Guaraná.
Entre los productos para rebajar están los libros de dieta, algunos de ellos tan completos que incluyen no sólo la dieta, las recetas (hay que aprender a cocinar de nuevo y usar un montón de ingredientes que uno no sabía que existían y que tampoco se consiguen en los supermercados a los que se tienen acceso, además de tener que medir y pesar cantidades específicas de los componentes del “manjar”); un libro de ejercicios de cinco minutos asegura que la persona pasará de ser de un padrino (botellón) de refresco a un “six pack” (se le dice “paquete de seis” a los músculos del abdomen cuando están bien formados y duros porque así viene embasadas las latas de refresco) y para terminar un diario para llevar cuenta de todas las calorías que se comió durante el día. No entiendo como una persona que le daba a su cuerpo nada más que 8,000 calorías diarias ahora solamente puede consumir 1450 y “no pasar hambre”. 


Además me faltan mencionar, todos los establecimientos para perder peso establecidos ya por años como por ejemplo Jenny Craig, o Natural Slim, médicos que hacen acupuntura, médicos que proveen dietas secas, etc.  Todos ellos prometen que sus respectivos sistemas funcionarán para siempre, mjum, lo cual es muy cierto. Van a funcionar para siempre, siempre y cuando lo hagas, siempre y cuando no te tientes y siempre y cuando no te justifiques “Hoy es mi cumpleaños”, “Ayer hubo fiesta en la oficina”. Toda dieta funciona, somos nosotros los que no la hacemos funcionar cuando nos mentimos a nosotros mismos que la hacemos “con unas trampitas”.


Y finalmente un medio sumamente poderoso hoy en día: las páginas de internet ofreciendo dietas innovadoras, pastillitas, algún producto que es mejor que el té chino y también las páginas como WeightWatchers.com, Diet.com, CalorieCount.com, JorgeCruise.com, RichardSimmons.com, sólo por nombrar algunas.


El problema que tienen las personas gordas es el constante sube y baja que posiblemente se remonta a su adolescencia, o sea la “dieta del yo-yo”. Las inevitables consecuencias son que la mayor parte de sus vidas la pasaron haciendo dieta. Cuando dejaron “la dieta” de esta temporada terminaron pesando más que cuando comenzaron. Los resultados también fueron que cuando dejaron la dieta comieron todo lo que les daba la gana sin ningún control, porque estaban hartos del sacrificio y así es como volvieron a engordar todo lo que habían bajado y vuelven a subir por encima del que había sido su peso inicial. 

Después de muchos años así, la dieta consiste en “el lunes empiezo” y el jueves ya están flaqueando, por lo tanto, “El lunes empiezo…” y se convierte en una costumbre y en un círculo vicioso.  Y así se van sumando las libras (kilos) una a una y ahí se comete otro error más, se va cambiando de talle de ropa hacia arriba y guardando la ropa pequeña “para cuando rebaje”. Es muy triste ver la transformación de una persona rellenita a una gorda y a una obesa; cuando uno comienza a engordar tanto, llega el momento en que no se sabe si no tiene cuello o si tiene demasiado. Es como que no hubiera una separación entre cabeza, cuello y torso y la parte superior del cuerpo se convierte en una sola pieza hasta las caderas. 

Un caso típico es el de las mujeres que se ponen un collar fabuloso para completar su atuendo y los pliegues de lo que solía ser su cuello, se lo tragan.  Sumado a eso comienzan a aparecer problemas para respirar que con el tiempo se van agravando, caminan unos pasos y se agitan considerablemente. Entran a bañarse y no alcanzan con sus brazos la espalda, así que lo único que pueden hacer es dejar correr el agua y que se auto-limpie con el champú que chorrea del cabello. El abdomen va creciendo y sólo pueden ver sus pies; no se sabe si sus partes privadas todavía existen porque se pueden sentir pero no se pueden ver; agacharse y alcanzar los pies es un proyecto. 

Otro tipo de dificultades que parecen graciosas pero son frustrantes para la persona con sobrepeso es ir a cenar afuera y mancharse la camisa o la blusa.  La barriga se pone tan grande que se convierte en la extensión de la mesa y se le debería poner un mantel para no mancharse con jugo, con salsa o con cualquier cosa que salpique y después es imposible quitar la mancha. Es una cuestión de espacio versus volumen, tal vez se le pueda preguntar a un físico, matemático o ingeniero. Así es como el gordo deja de disfrutar la comida y comienza a engullir, luego se atraganta y el show termina tosiendo hasta que de todas las mesas se dan vuelta a mirar que pasó. ¡Y quería pasar desapercibido! Realmente triste. ¡Japi Bloguin!

Continua la próxima semana. No se lo pierdan

domingo, 18 de septiembre de 2011

Dolor del alma: El fantasma de la depresión

Continuación del artículo de la semana pasada.

Las faltas al trabajo comenzaban a notarse; había que hacer algo y rápido. Desde el momento en que se sinceró con el médico “el problema” pasó a ser definido con un nombre: Depresión Mayor. “Un desbalance químico en el cerebro, hay unos neurotransmisores que no están trabajando como deberían”, explicó el galeno. Prescribió un medicamento por un año. Coral llegó a su casa con la noticia, una receta y algunas muestras para comenzar el tratamiento de inmediato y si bien era lo que más o menos sospechaba, parecía que le habían echado un balde de agua helada.  Sin embargo, la única diferencia era que ahora tenía un nombre que acompañaba a sus síntomas, que sus síntomas eran reales y que los sentía, pero mucho peor era saber… Ahora se sentía “etiquetada” ¿Acaso era una enferma… “mental”? Se sentía padeciendo de lepra. Nadie se podía enterar.  Nadie. Sólo su esposo lo sabía y no se lo iba a decir a nadie, se lo había prometido. A lo mejor hubiera sido mejor no saber…

El año pasó y ya estaba curada.  ¡Qué alegría! No se tenía que esconder en la oficina para tomar su pastillita. El cielo se había despejado y había salido el sol… y pasó otro año.  La recaída llegó con la fuerza de un huracán y destrozó todo lo que encontró a su paso. No estaba curada y aunque no estaba preparada para asumirlo iba a tener que convivir con la enfermedad durante toda su vida. Siempre en la vida hay opciones, podía tapar el sol con la mano o podía disfrutar del sol cuando se podía…

Los años pasaban, el secreto continuaba y llego el momento que con un médico clínico no bastaba, se necesitaba un especialista; un psiquiatra, “un loquero”, (del inglés “shrink”3).  No quedaba más remedio y le daba vergüenza, vergüenza de estar enferma con “esa” enfermedad.  ¿Y si llegaba a encontrarse con alguien en la sala de espera del psiquiatra? Quedaría totalmente al descubierto. Si hubiera sido un paciente de una enfermedad “normal” como el colesterol alto, lo podía decir, o si tenía problemas en los riñones o si hubiera padecido de asma, pero cómo iba a explicarles a sus familiares, amigos y compañeros de trabajo que su problema era de “salud mental”. Depresión Mayor. ¿Qué iban a pensar? ¿Qué estaba loca?

Coral jugaba a que estaba curada, tomaba sus pastillas en los tiempos en que no podía con su vida y las dejaba tan pronto se sentía bien.  Había encerrado en la gaveta de un armario oscuro su secreto y no estaba dispuesta a que saliera de allí.  Disfrutaba cuando podía disfrutar y sufría cuando tenía que hacerlo porque no lo podía impedir.  Era un juego consigo misma: “Tengo una infección, me tomé un antibiótico, me curé”.  ¡Sí, claro! La diferencia era que el ciclo se repetía porque todavía no estaba preparada para aceptarlo: no había cura, era un trastorno que se podía controlar y con el que se podía aprender a vivir, pero el estigma que la sociedad imponía a todo aquel que la acarreaba la asustaba.

Si para las personas que no tenían ese problema era difícil criar a sus hijos, buscarlos a la escuela, estudiar con ellos y trabajar, para una persona que no está anímicamente estable era mucho peor.  La depresión de Coral era difícil de controlar sobre todo cuando pasaba mucho estrés. Ese estrés era lo que disparaba la enfermedad y sus obligaciones eran tantas que no podía sobrellevar todo. Trabajar en lo que se dedicaba conllevaba dedicarle tiempo a varios proyectos a la vez y apagar fuegos.  Sí, los proyectos “quemaban” las manos de Coral en forma permanente porque los clientes no ayudaban entregando todo a tiempo, sin embargo exigían que se cumplieran las fechas que se habían acordado al pautar el trabajo, a pesar de que ellos no habían facilitado los materiales en la fecha acordada.  El cliente paga y el cliente siempre tiene la razón y si uno quiere conservar la cuenta de su compañía, hace lo imposible para mantenerlo contento y eso conlleva muchas, pero muchas horas y esfuerzo. ¿Alguien dijo estrés?

Mientras tanto según la psicología moderna, es necesario que por lo menos uno de los padres dedique su atención completa a los hijos de la pareja, sobre todo en sus primero años de vida y luego durante la época de la pubertad y en la adolescencia es imprescindible que los chicos tengan una estructura con horas de llegada y salida, con reglas y consecuencias.  Realmente es un privilegio que una de las dos personas no trabaje para dedicarse a tiempo completo a educar a sus hijos. Dada la situación económica actual, por regla general es prácticamente imposible que ésto suceda porque en este momento los dos miembros de la pareja necesitan trabajar para poder proveerles a esos hijos las necesidades, que en este mundo no son precisamente esenciales (resulta ahora, que un nene de seis años necesita un celular, ¿Será que está esperando la llamada de Obama mientras está en la escuela?), sin embargo Pedro y Coral tomaron esa decisión ya que su condición económica no era tan mala. El cambio liberó a Coral de un trozo de la gran tensión que pasaba a diario. A pesar de eso una vez que se había logrado el equilibrio, los antidepresivos podían dejar de funcionar sin previo aviso y provocar una reincidencia de la condición, pero sacando el estrés del trabajo y las horas eternas de la doble jornada4, Coral podía llevar una mejor calidad de vida. Sus hijos también se beneficiaron del nuevo arreglo porque tenían a su mamá a tiempo completo.

Coral internalizó su padecimiento, “su condena”. Le tomó tiempo pero por fin entendió que estaba enferma y que la única manera de resolverlo era afrontarlo.  Comenzó poco a poco a decírselo a sus familiares y a sus amigos, hasta que llegó el momento en que ya no se abochornaba.  El secreto salió del oscuro armario donde había permanecido encerrado por años. ¿Cuántos pacientes se enferman cada día de otras enfermedades y no tienen ningún complejo en decirlo? La diferencia está en que cuando uno se enferma del corazón, cuando le duele el estómago porque se contagia un virus o cuando tiene migraña, la condición se puede ver y es evidente. Hay síntomas, laboratorios, radiografías, estudios concretos que pueden demostrar que alguien está enfermo. Cuando uno tiene una enfermedad mental esos mismos síntomas son invisibles, no son evidentes para los demás e incluso muchas veces no lo son tampoco para el mismo paciente.

Únicamente alguien que conozca del tema o que haya pasado por él podría darse cuenta de las señales que son absolutamente abstractas y podrían confundirse con vagancia, dejadez, manipulación, llamar la atención, pereza, etc.  Aunque no se puedan demostrar con laboratorios, radiografías o CT Scans y no se puedan palpar o pasen inadvertidos, no implica que los síntomas existan. La persona sufre y la angustia es tal que contrario a todo el sentido común, a todas las leyes naturales de supervivencia tiene un deseo muy grande de quitarse la vida y lo peor es, que a veces lo logra, dejando a todos los que lo conocían completamente incrédulos y tal vez cargando con una culpa que no tienen.

Coral descubrió que podía ayudar, que la reconfortaba.  Hablaba de su problema con sinceridad y muchos de los presentes se sentían incómodos. Se habían intercambiado los papeles: no por nada dicen que la mejor defensa es un buen ataque… pero posiblemente a sus espaldas ya más de uno le había puesto el sello de loca, sin embargo ella no tenía la mínima intensión de claudicar en sus esfuerzos.

En una oportunidad, Coral fue a ver un psiquiatra y le comentó sus síntomas. Este quedó tan sorprendido que le preguntó si se había aprendido los síntomas de un libro de medicina porque lo que le estaba relatando parecía una lección que estaba recitando de memoria. Hacía tanto tiempo que sufría este padecimiento que no era difícil conocer todos los síntomas. 

La vida continuó con su paso a un ritmo metódico, los hijos de Pedro y Coral ingresaron a la universidad y la etapa por la que estaban pasando era más relajada.  Ya los chicos se habían hecho jóvenes adultos que entendían los padecimientos de su mamá y cooperaban en cuanto podían. Cuando una persona está enferma con una enfermedad crónica, cualquiera que ésta sea, se complica la vida del hogar sobre todo si esa persona es la que hace que las cosas marchen. Un paciente de depresión no es la excepción a esta regla. Los componentes de la vida familiar pierden su orden porque falta una pieza y como el juego no está completo no se puede jugar, así que hay que utilizar varias piezas de reemplazo hasta que la emergencia pase.


Las personas, a menos que sean psiquiatras, psicólogos o pacientes, no entienden este mal y piensan que con un poco de cariño, con la buena voluntad del paciente y con buen sentido del humor todo se arregla, pero no es tan fácil cuando la depresión se ha tornado rebelde e inmanejable, cuando los síntomas atrapan al paciente como si fueran cadenas que van creciendo a su alrededor, cuando por la misma severidad de la enfermedad la persona siente que todo está perdido, que no hay solución y que lo mejor sería dejar de respirar como una forma de acabar el sufrimiento. Acaso no se daban cuenta que no dependía de ella, que no era una cuestión de perseverancia, que lo único que podía hacer era esperar a que el dichoso medicamento funcionara y a que pudiera sentirse un poquito mejor. 

Durante el último año el drama que era su vida iba de mal en peor y sin embargo ella esperaba atenta a que algo funcionara. Eso antes sus propios ojos era ser tenaz, era ser valiente, era hacerle frente a la depresión y con un poco de suerte, ganar la batalla. Había días que dormía dieciocho horas pero aunque los demás no se dieran cuenta, se estaba aferrando a la vida. Muchas personas sabían la verdad, así que ya no tenían la necesidad de mentir de porqué no iban tal o cual sitio, a un espectáculo o a una reunión.  Su esposo y sus hijos eran los únicos que la apoyaban en ese sentido. Su esposo era su generador de electricidad, era el que le daba la buena vibra, el que la ayudaba, le daba ánimo y podía refugiarse en él a veces contándole, a veces sin decir palabra. 


Y después estaba su mejor amigo, uno que sí la ayudaba y no le pedía explicaciones porque él realmente la entendía, él literalmente podía “oler” su estado de ánimo y hasta sacarle una pequeña sonrisa. “Oro”. Un perro Labrador color dorado, un gigante que con mucha dulzura y su mirada verde transparente sabía exactamente lo que Coral necesitaba. Muchas veces se acostaban en paralelo, uno al lado del otro mirándose y él le apoyaba su enorme patota sobre su brazo. A veces ella lo abrazaba y él le pasaba sus patas por debajo de sus brazos, eso la reconfortaba y la ayudaba a querer vivir un poquito más. Sus terapias con Oro le hacían mucho bien, mucho mejor que salir al parque o ir al cine. Oro era el único que por más triste que ella estuviera la podía arrancar un poquito de su mundo fantasmagórico. Muy pocos humanos la comprendían. A veces le parecía que no les estaba hablando en el mismo idioma o le daba la impresión de que escuchaban un vídeo sin voz y a pesar de todos los “cursillos” que les daba sobre el tema, no la escuchaban y les parecía que hacer unos buenos chistes le iban alegrar el día. Sabía que no lo hacían con maldad, era la única forma en que creían que podían ayudarla pero no se daban cuenta que eso sólo funcionaba cuando se estaba pasando por una depresión moderada.
En el estado que se encontraba Coral, el timbre del teléfono le ponía los nervios tensos como la cuerda ajustada de una guitarra que estaba a punto de quebrarse, sencillamente ya no lo contestaba a menos que fuera alguien de su familia inmediata, el resto podía esperar, para eso existía el contestador automático. Su celular permanecía apagado por días, a menos que no pudiera evitar tener que salir para algún lado.  Lo llevaba para que Pedro pudiera localizarla y no se asustara.  La angustia y el vacío la acompañaban todos los días, en todo momento; la dejaban sin aire y el desasosiego, la impaciencia, la ansiedad consigo misma y con los demás la consumía. Coral explicaba, “La depresión es un dolor en el alma, es un dolor intenso que no se puede contemplar pero que habita en el espíritu, atrofia los sentidos y la persona ansía no despertar. Es un dolor real que no se puede ver, que no se puede tocar pero no por eso quiere decir que no exista”. Mjum, ¿Porqué no te levantas y vamos de compras? ¡Aha! No te gustaría ir a la playa, estoy segura que te haría sentir bien. Las amigas querían ayudar y sólo encontraban un gran NO que las ofendía.

Cuando la depresión es leve el paciente puede tener síntomas pero todavía puede manejarse por sí mismo y si las trazas de la enfermedad son razonables, es muy cierto que hacer algún tipo de actividad al aire libre es muy bueno para alguien deprimido.  Dependiendo del nivel de la depresión que está experimentando el paciente, es bueno que salga, que siembre una planta, que disfrute de un poco de sol y del agua del mar o que vaya a una piscina porque definitivamente provoca una pequeña mejoría en el ánimo.  Ese tipo de terapia es momentánea y suele durar sólo unas horas, pero por lo menos es un pequeño respiro para el enfermo y para su familia también.  De hecho, hay un tipo de depresión que experimentan algunas personas que viven lugares donde los inviernos son muy crudos, los periodos de luz natural son muy cortos, prácticamente no sale el sol y el cielo permanece nublado. Este tipo de depresión es de temporada (“Seasonal Depression”, también llamada “SAD6 – “Seasonal Affective Disorder) y se corrige con terapia de luz. Así que realmente la persona deprimida se beneficia del sol y en el caso del mar, el agua es un tranquilizante natural. El hacer un poco de ejercicio, caminar, ir a ver paisajes, el sólo hecho de salir de la casa y respirar otro aire es muy bueno para los pacientes. Esto se puede hacer cuando la persona no está terriblemente deprimida, está estable y aunque todavía no se siente del todo bien, o del todo mal, dependiendo si es el comienzo o el final de una crisis, siente que puede hacer algún tipo de actividad que no presuponga mucho esfuerzo. Sin embargo, ésto nunca debería ser una imposición, se puede sugerir pero no se puede imponer.

A los ojos de Coral, por el mal estado en que se encontraba, su vida no valía nada, no se concentraba, no recordaba donde tenía puesta la cabeza, no podía manejar, no podía ir sola a ningún lado porque ella misma no se sentía segura de que iba a llegar a destino. A veces tenía que hacer el esfuerzo porque no le quedaba otra alternativa y cuando llegaba de su mandando le decía a Pedro cuando llegaba en la noche, “No me preguntes cómo logré ir y volver sana y salva, porque no lo sé”. Ni siquiera se sentía en piloto automático, más bien parecía uno de los zombis que se levantan del video “Thriller” de Michael Jackson.

Quería enroscarse en sí misma, hacerse una bolita y morir. Hallar la paz.  El dolor era tan pero tan grande que no lo podía soportar. El sufrimiento duró un año, se probaron muchos medicamentos y como no funcionaban había que volver a comenzar de nuevo, pero el momento mágico llegó por fin.  ¡Funcionó!  Sí, se acabó el martirio y paulatinamente volvió a la vida. ¡Recupero su vida! ¡Valió la pena esperar! La sensación era la misma que la de alguien que es ciego y de pronto comienza a ver borroso. Después de mucho tiempo de estar viendo sombras grises comienza a ver formas más definidas. De pronto se da cuenta que cada forma tiene un color y por último, un buen día se levanta y comienza a ver con nitidez el mundo que lo rodea y se encuentra sumamente sorprendido de que por fin puede ver la belleza que hay a su alrededor, pero lo que más que le impacta es la luz.

Un día en la mañana, Coral estaba en su auto abriendo la puerta del garaje, cuando de pronto hubo una gran explosión de luz. El garaje estaba a oscuras y cuando la puerta se fue abriendo entró un sol radiante, caliente y vivaz que parecía estar dándole la bienvenida. Ese momento fue muy especial, estaba contenta de vivir, contenta de respirar, de ser ella otra vez… En ese momento se dio cuenta de que “Todos los días salía el sol” y ante esa afirmación decidió que cuando estuviera enferma siempre iba pensar en ese momento, en la alegría de sentir que estaba viva y que con un poco de paciencia siempre iba a poder salir adelante. Sólo era cuestión de esperar… Todos los días sale el sol.

Al día de hoy Coral goza de muy buena salud.  El infierno pasó y sabe que se puede volver a repetir, pero también sabe que se puede pasar por él con unas cuantas quebraduras, moretones, magulladuras y rasguños. Después de tantos años conoce perfectamente cómo funciona su cerebro e inmediatamente puede detectar los síntomas y saber si algo no anda bien. Las recaídas a partir de esa última depresión han sido mínimas, se ha mantenido atenta y eso ha permitido controlar la enfermedad y tener una mejor calidad de vida. Una vida casi normal como las que llevan todas las personas.

Siempre hay que mirar el lado positivo de la vida por más negativas que sean las experiencias. Lo positivo de esta enfermedad es que el paciente advierte que puede sobrevivir a este mal y que una vez que lo venció puede darse cuenta de lo increíble que es estar vivo, de todo lo que se puede disfrutar si logra sobrevivir y que cada día es un milagro, un regalo que hay que agradecer. El sólo hecho de sobrevivir y de aferrarse a la vida es suficiente para ganarle la guerra al fantasma de la depresión.

Esta no es la historia completa de un paciente deprimido. Lo que estoy describiendo aquí es parte de un episodio que alguna persona podría pasar en su vida. Muchas personas tienen un solo episodio y una vez recuperado del suceso que lo provocó se sienten bien para siempre. (Por ejemplo, la muerte de un familiar, un divorcio, una infidelidad, la pérdida de trabajo, de una casa, etc.) Otros pueden tener algún trauma que es necesario aliviar con psicoterapia y también están aquellos como el personaje en esta historia que necesita de un “coctel” de medicamentos para poder superarlo y su crisis entra en remisión. Esa crisis se puede repetir a veces peor y otras veces no ser tan fuerte pero hay que estar muy pendiente porque cuando ocurren estos ataques mueren muchísimas neuronas que no vuelven a reproducirse y uno puede ir perdiendo poco a poco ciertas capacidades. Es por eso que los medicamentos cumplen un rol tan importante, porque evitan que las células mueran además de proveer el balance químico de neurotransmisores que se ha perdido y que causa la depresión. Hoy en día hay medicamentos que después de un tiempo dejan de producir efectos secundarios y permiten que el paciente se convierta en una persona productiva y pueda desempeñarse tranquilamente en la sociedad. Ya no es como hace cien años que se recurría al electroshock que era una terapia sumamente dolorosa o a medicamentos que hacían colgar por la boca babas viscosas. Esos tiempos acabaron y no hay excusas para no atenderse.

Hay muchísimos lugares donde se puede buscar orientación y en Internet hay pruebas que ayudan a saber si el paciente tiene síntomas de depresión y es absolutamente anónimo. También se puede buscar un psicólogo o un psiquiatra en caso de que se necesite medicación. Hay muchos psiquiatras que se ocupan de dar terapia y medicación, sin embargo lo primero que hay que hacer es orientarse.  Un paciente bien informado puede saber cuáles son sus síntomas y tener ideas claras de tratamiento que luego se pueden discutir con el médico o con el psicólogo.

Más bajo encontraran algunas asociaciones en Puerto Rico y en Estados Unidos que pueden dar orientación a personas con una condición de depresión o diagnosticar cualquier enfermedad de carácter psicológico o mental.  Estos portales también pueden asistir a familiares que estén buscando ayuda para sus seres queridos. Estos centros pueden referir pacientes a médicos según la ayuda que se necesite. Por favor no dejes de buscar ayuda porque antes de lo que esperas te vas a sentir mejor.

Hay gente que pasa un infierno mucho peor que el descrito arriba y tienen que ser hospitalizados. Es un drama no sólo para el paciente sino para toda la familia. Sin embargo, los pacientes de depresión así como los de cualquier otra enfermedad no se sienten lisiados porque no lo son; solo están enfermos, cuando la crisis pase van a llevar una vida igual que todos los demás seres humanos.  No los trates como víctimas, no lo son.

Para reducir los riegos de un episodio depresivo reincidente el paciente debe estar alerta a manejar ciertas situaciones que podrían desencadenar una nueva crisis. La depresión de cada persona es diferente a la de otra y lo que la provoca también.  Aquí les dejo algunos ejemplos de lo que podría causar una crisis:
  • Estrés: en la casa o en el trabajo.
  • Cambios grandes: la pérdida de alguien muy querido o un cambio positivo como por ejemplo una mudanza o un trabajo nuevo.
  • Abuso de sustancias controladas: beber y utilizar drogas ilegales puede provocar depresión y si ya te encuentras deprimido podría provocar síntomas mucho peores porque se está afectando el balance químico del cerebro que ya esta desajustado por la misma depresión.
  • Aniversarios que recuerden tiempos infelices: fecha de divorcio, fiestas de fin de año, aniversario de bodas para un cónyuge que enviudó, etc.
A todos los pacientes que padecen una enfermedad mental, que lo saben o que están bajo tratamiento, reflexionen con estas palabras:
Es verdad que en nuestra sociedad todavía hay un estigma pero éste no es sólo para los pacientes de salud mental, es para muchos otras personas, por ejemplo, si eres gordo, si eres ciego o si tienes alguna discapacidad que sea visible es suficiente para que no te miren igual. Como ya he relatado en otro artículo de “Bloggeando Vivencias”, ésto también pasa con las personas mayores, los viejos son absolutamente discriminados en nuestra sociedad aunque debería ser todo lo contrario. No sé dónde fue a parar la empatía que deberíamos tener con los demás seres humanos si es que alguna vez la hubo...

Así que para todos los que se sientan discriminados por ser pacientes de un cerebro enfermo piensen en lo siguiente:

“¿Miedo a que me digan loco? ¿Yo? Ocultarme, negarme a reconocer que hay momentos en que estoy preso de mi realidad y que es difícil escapar. ¿Ofenderme porque se burlen a mis espaldas? De ninguna manera. Yo puedo negarla, atraparla, encerrarla y ocultarla pero mi enfermedad seguirá ahí en estado latente y no tengo por qué sentirme humillado”.

Sé que eres una persona fuerte, que eres valiente, porque tienes la resistencia necesaria para derrotarla y estás listo para vencerla cada vez que su fantasma te atrape. “No me voy a dejar doblegar, yo voy a demostrar que puedo vencerla y no me importa lo que digan los demás. Soy una persona digna”. Además de ésto piensa en tus familiares, en tus amigos, en todas las personas que te quieren. NO TE QUITES LA VIDA, todos te necesitan, mucho más de lo que tú puedas pensar. No eres una carga para nadie y sí les dejarías una carga terrible si ya no estás.

Quiero que esto les pase a todos los pacientes de salud mental, a los que la sociedad apoda de locos, los que no están en su sano juicio, los que padecen de sus facultades mentales, los que son débiles mentales, los mentalmente trastornados, los bipolares, esquizofrénicos y todas las enfermedades descritas en el DMS-IV4. Digan conmigo “Locos... y que?" No dejes que nadie baje tu autoestima, pero no te descontroles y sigue con tu tratamiento, has todo lo que esté a tu alcance para SER FELIZ y si algunos no te aceptan será porque no te merecen. ¡Lucha, que cuando uno quiere, puede!!!!! 


1 Del inglés, “trial and error”.
2 Dislexia: capacidad parcial en el aprendizaje de la lectura y la escritura. Habitualmente una confusión entre las letras p, d, b, q y también sucede con algunos números.
3“shrink” del inglés, en lunfardo: psiquiatra. La palabra significa encoger o sea “shrink” porque te “exprime, enconje” el cerebro.
4 DSM-IV, por sus siglas en inglés (“Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders”) Manual oficial de diagnostico de todas las enfermedades mentales publicado por la (APA) por sus siglas en ingles American Psychiatric Association (Asociación Americana de Psiquiatría)
5 Doble jornada se refiere a las mujeres que trabajan a tiempo completo y luego llegan a su casa a trabajar otra vez en sus “deberes domésticos”.
6 SAD (por sus siglas en inglés) “Seasonal Affective Disorder”, en inglés la palabra SAD de la sigla significa triste.


Algunas referencias de interés:http://www.nami.org/Template.cfm?Section=your_local_nami&Template=/CustomSource/AffiliateFinder.cfm&State=PR