viernes, 21 de septiembre de 2012

¿Y tu ángel guardián, dónde está?

  ¿Vendrá alguna vez?                                                                                            

Todos esperamos un milagro, llámese la segunda venida de Jesús para los cristianos o la llegada del Mesías para los judíos… Los muy creyentes piensan que en algún momento va a ocurrir, los escépticos creen que nunca ocurrirá. Aquí les traigo una reflexión filosófica que a lo mejor les haga algo de sentido. 


La mayoría de la gente espera que se le resuelvan los problemas: que lo haga el gobierno de turno, que lo haga la vida, que lo haga la lotería. Y ahí justamente está el punto. Nadie nos va a resolver nada si nosotros mismos no somos lo que luchamos por hacerlo. Tampoco resuelve nada el envidiar a los demás, el pensar que el resto del mundo está en contra nuestro y el no aceptar que gran parte de nuestros problemas radican en nosotros mismos. 

El sentimiento que circula alrededor del mundo es la indiferencia. A nadie le importa lo que le pasa al resto de la gente, nuestro egoísmo llega a límites inesperados. Posiblemente nos importe nuestra familia inmediata, también es posible que “nos importe” la triste realidad de alguno de nuestros amigos, pero no hacemos nada para que estén mejor. “Vamos a orar por ti y por tu familia” y podemos decirles:  Qué Dios te dé fortaleza  y con eso nuestra conciencia se queda tranquila porque “hicimos algo”… y podemos seguir con nuestra vida.

   La historia de Luis                                                                       

La historia de Luis es una historia verídica. Luis estaba sentado en un banco del Mayagüez Mall a la salida de la tienda Wal-mart. Luis es paciente cardíaco e inesperadamente algunas de sus arterias se tapan y no llega suficiente sangre a su corazón. Cuando ésto le pasa, él se pone debajo de la lengua una pastillita de nitroglicerina que habitualmente resuelve temporeramente su problema. Esa mañana después de hacer varias compras, Luis no se sentía bien y le dijo a su madre y a su esposa que él las esperaba sentado fuera de la tienda mientras ellas terminaban lo que fueron a hacer. Era cerca del mediodía y había un montón de personas que iban y venían atareadas en sus quehaceres, había otros que estaban sentados en el mismo banco que Luis y también un guardia de seguridad de Wal-Mart que tenía amplia visión de lo que pasaba dentro y fuera de la tienda. 


Luis comenzó a sentirse mal y puso una mano apretándose el lado izquierdo de su pecho. Un individuo como tantos pasó por el lugar de camino a almorzar y notó la escena pero siguió. Luego lo pensó un poco, se arrepintió y volvió; se paró junto a Luis y le dijo: “Señor, ¿se siente bien?”, a lo que él respondió, “No muy bien, me duele el pecho y me falta el aire”. El sujeto se sentó junto a él y comenzó a hablarle, Luis le explicó su condición y le dijo que ya había tomado una pastilla pero el dolor no le pasaba y le costaba respirar. La persona le preguntó si podía tomar más del medicamento y el sacó de su bolsillo dos pastillas más y le manifestó que ese era el límite de lo que podía usar. El hombre le ofreció buscar ayuda a lo que Luis accedió, ya que ni su esposa ni su madre contestaban el celular porque no había señal dentro de la tienda. 

Este ser anónimo sin dejar de estar pendiente de Luis, se arrimó al guardia de seguridad de la tienda y le explicó la situación. El guardia solamente se podía comunicar por radio con el guardia de su compañía que estaba en la otra puerta del establecimiento, pero llamó a una Asistente de Gerente de la tienda a la que se le explicó la situación para que llamara a la seguridad del centro comercial. Pasaron diez minutos y nadie llegó. Se volvió a hacer el intento con otro Asistente de Gerente que mientras llamaba desde una de las cajas, despreocupadamente hacía chistes con la cajera. Pasaron otros diez largos minutos, Luis agarrándose el pecho y su respiración cada vez más dificultosa. A nadie le importaba… 

Su madre y su esposa salieron de la tienda y lo encontraron sentado con este completo desconocido. El hombre les explica la situación y les ofrece llevarlos al hospital; ni la esposa ni la madre de Luis sabían manejar. El buen hombre sale del Mall mientras la esposa de Luis llama desesperadamente una ambulancia. La respuesta a la emergencia es que hay muy pocas ambulancias, todas están en uso y hay que poner a Luis en una lista de espera. ¡El hombre puede morir y a nadie le importa! A todo esto el buen samaritano llega con su carro y consigue hablar con uno de los guardias oficiales del  Mayagüez  Mall quién explicó que en ese momento no había ningún paramédico disponible. Fue a “investigar la situación” y lo único que hizo fue escoltar a Luis y a sus familiares hacia la salida. Luis estaba incapacitado y tuvo que caminar bajo esas condiciones aproximadamente 15 metros (50 pies) sin que le facilitaran una silla de ruedas. 




Finalmente, la persona que les prestó ayuda los llevó al Centro Médico de Mayagüez cuya especialidad es en Cardiología. Todo salió bien. Luis estuvo hospitalizado hasta la noche y al otro día ya se sentía bien.

   Analicemos esta situación                                                              

Si en vez de ser indiferentes todos nos ayudáramos unos a otros, aunque sea un poquito y aportáramos nuestro granito de arena para que los demás se sientan un poco mejor, no necesitaríamos que alguien venga a arreglar el mundo, tal vez lo que realmente se espera es que lo arreglemos nosotros mismos. 

Esta persona pudo haber muerto. La primera impresión que tuvo “el salvador” de Luis no fue la mejor. Un hombre de unos 60 años, con una camiseta amarilla, sin mangas, de esas que dicen “Puerto Rico”, un short tipo bermuda, chanclas y para completar su ajuar, un tatuaje bastante grande en una de sus pantorrillas. Sin embargo, la apariencia no lo es todo. Luis y su familia son gente sencilla, buena y agradecida. Lo único que necesitaban era un ángel guardián que ayudara a Luis a sobrevivir. Un buen ser humano, dejó su agenda de lado e hizo algo mucho más importante, salvó una vida. No fue indiferente a la aflicción de un completo desconocido. Al final del día durmió tranquilo porque que hizo algo bueno por alguien sin esperar nada a cambio. 

¿Y a ti te gustaría tener un ángel guardián? Entonces, seria una buena idea que comenzaras por convertirte en uno… 




 ¡Japi Bloguin! ¡Buen fin de semana para todos!

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