domingo, 30 de octubre de 2011

Amor, Sexo y Deseo: La infidelidad (2 de 2)

Continúa de la semana anterior



¿Qué podemos hacer? 

En la vida lo más importante es la prevención. La prevención hace que no tengamos que tomar medidas a medida que vamos caminando, sino que tenemos dos planes uno "A" y uno "B" por si el primero nos falla. En el amor pasa exactamente lo mismo que en la vida y
 hay una diferencia muy grande en lo que se cree, en comparación con lo que es la realidad. Si uno desea ser completamente espontaneo puede hacerlo pero como no lo penso de antemano, nunca sabe como saldrá. Por eso es que somos una raza diferente a la animal que se limita a sus instintos, porque en lo que más no diferenciamos es que nosotros podemos y debemos pensar y ellos no pueden hacerlo. 


El amor no está en el corazón, está en el cerebro y la función del cerebro es pensar. 
Según esta perspectiva los humanos no deberíamos enamorarnos de la primera persona que golpee a nuestra puerta. El amor no lo cura ni lo cambia todo. El periodo del enamoramiento es mágico, parece como si el espacio que ocupa nuestro cuerpo estuviese rodeado de pequeñas estrellitas multicolores brillantes, como si fuera el efecto de los copos de nieve cuando les da el sol. Es una sensación tan abstracta y tan hermosa a la vez que es muy difícil ponerla en palabras. Esa fase dura un tiempo corto porque la pareja no sólo está enamorada de sí misma, está enamorada del amor. Luego llega la rutina de todos los días y la realidad y con estas dos damiselas, los problemas de la vida diaria y otros que no están incluidos en la lista que nos dieron cuando nos casamos, se pasa del enamoramiento a  que hay que vivir todos los días con esa persona y las cosas que dejábamos pasar por estar tan enamorados ya no son tan mágicas como eran antes y nos ponen incómodos.



"Por favor, (ggrrrrrrrrr) ¿serías tan amable de poner tu ropa dentro del "hamper" (lugar adonde se echa la ropa sucia) y no al lado del "hamper"? Si tienes a la pareja que no es la indicada, además de situaciones tontas como ésta, además de la rutina y además de una serie de eventos que no se pueden prevenir, la persona no va a cambiar como creíste. Ah, y por experiencia propia no te hagas ilusiones, no va a poner la ropa sucia dentro del "hamper", tienes suerte si la pone al lado, ok?

Muchas personas piensan que por amor, “va a dejar de beber”, “Dicen que es mujeriego, pero yo seré la última mujer que tenga”, “Aunque dice que no quiere tener hijos, seguramente cuando estemos casados, cambiara de idea”, “Dejará de ir al bar con los amigos para quedarse conmigo”. Todas estas afirmaciones pasan por la cabeza de la gente y ellos creen que el amor lo va a cambiar todo y la realidad es que si aceptas a la persona como la conociste va a ser mucho más fácil tu vida, porque de otra manera no va a funcionar y vas a un fracaso seguro: ninguno de los dos van a cambiar su esencia, ni sus costumbres, ni lo que piensan. El no va a dejar de ir al bar por ti, tú seras la última mujer que tenga si está en bancarrota después de todo el dinero que le sacaron las mujeres anteriores y ella no va a tener hijos si no lo desea y no se va a sentir culpable porque te lo dijo en su momento.

Es verdad que no existe una persona que reúna todos los requisitos que nosotros quisiéramos, pero es primordial que en una relación existan la mayor cantidad de pensamientos en común. Realmente no tiene ninguna importancia que a uno le guste comer pollo y a otro comer carne. Lo que sí es muy importante es la forma en que el otro ser humano ve la vida. Hay problemas si uno de los dos tiene un nivel muy bajo de intelecto y el otro uno muy alto. Lo mismo pasa si uno cree en el aborto y el otro no está dispuesto ni a escucharlo. Si uno es de una religión y otro de otra, aunque los dos sean cristianos y las diferencias sean mínimas, comienzan los problemas desde el momento en que se planea la boda y hay que buscar la iglesia. “¿Y si hacemos una ceremonia civil?” Ok, arreglado. “¿Y qué va a pasar cuando nazca el primer bebé, lo vamos a bautizar por la iglesia católica, verdad?” “No, creo que no es una buena idea, es mejor que él escoja cuando sea grande”. “Pero, es que yo les prometí a mis padres que los niños iban a ser educados en la religión católica…” “Mis padres tienen el mismo derecho que los tuyos…” Así comienzan las garatas y todavía no se casaron…
y todavía no intervinieron ni los padres, ni los suegros... Y como el tema de la religión hay muchos otros. Si el varón se crió en un entorno en el que todo se lo hacían y se lo daban, espera que su futura esposa haga lo mismo y si ella no quiere hacerlo porque cree que después de haber estudiado tantos años, su carrera está primero que cocinar, ya existe un problema. Otro mucho peor sería que ella prefiera su carrera a tener hijos.




Otra complicación seria es vivir cerca de los padres o de los suegros. Con mucho cariño les regalamos el solar (terreno) de al lado para que construyan su casa. Es mejor huir… Lo hacen con la mejor buena fe y para ayudar a sus hijos, para que empiecen en una posición mas cómoda, pero eso también trae consecuencias. “Mis padres te regalaron un solar y los tuyos, "¿Qué aportaron a este matrimonio?” Mis padres quieren ayudar, pero no pueden y además porqué nos tienen que dar algo?" No me cabe la menor duda que fue un regalo bien intecionado, pero no van a dejar a la pareja tomar sus propias decisiones y a la larga eso se revierte en conflictos.

Una persona que vivió en la casa de sus padres, con la costumbre de que todo se cargaba a la tarjeta de crédito y a fin de mes ya se vería cómo iban a pagarla, no le va a ser fácil vivir con alguien que se crió exactamente de la forma contraria, sus padres eran bien meticulosos en sus finanzas y sus compras se hacían en efectivo, ahorraban y siempre tenían un dinerito extra para alguna emergencia o un gustito o ir de vacaciones. Una de las peleas más grandes que tienen la mayoría de las parejas es por Don dinero. Muchas de las diferencias logran amortiguarse una vez que el matrimonio se asienta, pero si esas diferencias son en base a su educación, en la forma en que la persona fue formada, va a ser cuesta arriba si entre la pareja no hay una buena comunicación y se dejan acumular las molestias.

Lo mejor es hacer una lista de requisitos para ver en qué cosas se está dispuesto a transar y en qué otras por una formación o por una cuestión de valores o religiosa, es decir de principios, la persona no puede acomodarse a lo que quiere el otro. Si las “trastos” puestos en una balanza no producen un equilibro es mejor no seguir, porque a la larga va a traer serios problemas. Creo que solamente buscando a una persona parecida a nosotros en nuestros ideales y conceptos de lo que se quiere en la vida, ayuda a que se genere una identidad propia de pareja y ésto
 hace que todo salga mejor.



Otra cosa que hay que hablar, a calzón quitao’, es el tema de la infidelidad. El matrimonio o la vida en pareja es un contrato con derechos y obligaciones. Ese contrato, firmado en papel o no, es un compromiso entre ambos para ser fieles, compañeros, para vivir las penas y las alegrías. Se debe hacer claro de que “cualquiera de los dos que cometa una infidelidad, va a terminar con la relación”. Sé que hay personas que tienen sus propios motivos para perdonar la traición, sin embargo, es muy difícil olvidarlo y se va a necesitar mucha paciencia, años de consejería matrimonial y no siempre va a funcionar, perdiendo el tiempo, el dinero y volviendo al fracaso. 


Como me lo contó… Janet

Otro día más, la rutina de siempre. Sonó el despertador. Lo apagó y fue a prender la cafetera. Levantó a los chicos de la cama con órdenes precisas para que se lavaran y se arreglaran para ir a la escuela en lo que ella se bañaba. Mientras, su esposo seguía acostado cómodamente mirando en su nueva iPad las noticias de última hora en Internet.

Janet se estaba maquillando cuando él entró a bañarse. Javier siempre le reclamaba que en lo que ella se bañaba y se arreglaba, lo cual “tomaba horas”, él, en sólo 15 minutos contados por reloj estaba bañado, afeitado, vestido, listo para desayunar y partir.



Y ella pensaba para sus adentros, ¿Y quién es la imbécil que prepara el desayuno, para que tú en 15 minutos estés listo para partir? Sin comentarios...
Janet no sólo tenía que arreglarse a sí misma, si no darle los toques finales a la vestimenta y peinado de los chicos, además de preparar el desayuno, servirlo y poner todo en el fregadero (pileta, en la cocina) para que cuando volvieran pudiera tener un poquito de orden dentro del desorden. También tenía por costumbre hacer las camas porque de esa manera el cuarto estaba más recogido cuando llegaba por la tarde.

Mientras ella se aseguraba de que los chicos tuvieran todo lo que necesitaban, incluyendo sus meriendas, Javier ya se había ido. Ella cerraba la casa y llevaba los niños a la escuela para llegar a su trabajo agitada, siempre mirando el reloj y siempre de diez a quince minutos tarde. Menos mal que sólo había que firmar la hoja de asistencia y no tenían un reloj para que los empleados poncharan (marcaran) porque su asistencia no era lo que se diría perfecta.

Había llegado a un acuerdo con su jefe, no tomaba la hora de almuerzo que le correspondía y seguía trabajando de corrido para no tener que pagar por un “After School Program” (Programa que inicia después que acaban las clases de horario regular en algunas escuelas) que atendiera a los chicos, en lo que ella salía de trabajar. Prefería atarearse durante esa hora sin descanso, así que se atragantaba un sándwich en su escritorio. De esta manera podía llegar una hora antes desde su trabajo a la escuela, a tiempo para recoger los niños.

Cuando por fin llegaba a su casa, no era precisamente a descansar. Había que verificar qué tenían los chicos para el otro día y supervisar sus estudios mientras iba preparando la cena. A la vez iba limpiando y ordenando para después de la cena no tener que quedarse hasta las tantas fregando ollas y sartenes en la cocina. Una vez que todo el mundo acababa de comer, era hora de bañarse e ir a la cama para los chicos, a menos que todavía quedara tarea para el otro día. Janet todavía no podía irse a descansar porqué después de terminar con la limpieza general de la cocina y botar la basura, tenía que preparar las meriendas que los niños llevarían en la mañana.

Javier llegaba sumamente “cansado” de la oficina e iba sembrando su ropa desde que traspasaba la puerta de su casa. Ahí era donde quedaban los zapatos, luego se iba al cuarto matrimonial, deshacía “su lado” de la cama, se quitaba las medias y las tiraba “de su lado”, su ropa pasaba a formar parte del tapizado del sofá y ya en calzoncillos se ponía un short, una camiseta y unas chanclas para ir a la nevera a buscar un refresco bien frío, (que Janet había puesto en el congelador cuando llegó) que consumiría mirando el plasma de 42 pulgadas en su cuarto.



La verdad es que estaba sumamente agotado, “espero que Janet no se demore mucho con la comida porque estoy muerto de hambre”.

Por lo menos era viernes y la semana se acababa, aunque no el trabajo. Todavía había que hacer compra, lavar la ropa, sobre todo los uniformes de la escuela para que los chicos tuvieran listos uno para cada día de la semana. Eso no quitaba que había que cambiar sábanas, toallas, lavarlas, colgarlas en los cordeles (sogas) del patio para que se secaran y volver a tender las camas. Planchar cinco camisas para la semana para que Javier usara una por día y alguna ropa de ella que también necesitaba una estiradita. Mirar las libretas (cuadernos) a ver si las maestras habían mandado alguna asignación especial para el fin de semana. Entre sus tareas del sábado estaba también, limpiar la casa y como era muy exigente con la limpieza de los baños y de la cocina “porque eran los focos de infección más grandes”, se tardaba su tiempo. No sabía que era mejor, si el fin de semana o la semana laboral.

No estaba segura de cuándo ocurrió y no podía creer que le estaba sucediendo a su matrimonio, ya nada era como antes y se sentía abandonada. Se habían acabado los sábados en que Javier y ella hacían una cita y le pagaban a una vecinita para que se quedara con los chicos. Ambos se engalanaban y salían a comer o al cine y hasta a veces visitaban un motel para cambiar la rutina. La vida sexual que llevaban no era como al principio, cuando todavía no tenían hijos, pero tampoco había decaído tanto a pesar de dos bebés, los ponían a dormir temprano y siempre había un momentito para robarle a la rutina. Javier tenía detalles muy agradables en aquella época, a veces tontos como cortar una flor del jardín de la vecina o llamarla varias veces al día a ver cómo estaba o invitarla a almorzar al mediodía, pero claro, después de diez años de casados y cuatro de novios con privilegios, cómo no caer en la rutina si ninguno de los dos ponía de su parte, era mejor hacer de cuenta que nada pasaba en vez de hablarlo, porque comenzaban a salir los resentimientos y de todas formas no se conseguía nada. Siempre terminaban peleando a gritos de historias pasadas que no tenían nada que ver con la raíz del problema actual. Parecía mentira que mientras los chicos eran más chiquitos consumían menos tiempo que ahora que iban a la escuela y como en aquella época Janet estaba menos estresada, tenía más tiempo para dedicarle a su matrimonio. Ahora desde que habría los ojos hasta que se acostaba era como si su vida estuviera amarrada a un patín sin frenos.

Ya no recordaba cuándo había sido la última vez que se bañaron juntos. El sexo era con suerte el fin de semana o muchas veces inexistente y cuando por fin ocurría había dejado de ser espontáneo para pasar a ser una obligación marital porque ella ya no lo disfrutaba, el era muy frío, no había ternura, ni cariño, ni pasión, era “vamos a lo que vinimos” y listo.





El matrimonio había comenzado a deteriorarse hacía mucho tiempo como la gota que va cayendo sobre la piedra, poco a poco iba dejando huellas y éstas eran las consecuencias.

¿Eran las mismas personas que solían ser tan felices, que jugaban uno con el otro, y que pasaban tiempo compartiendo juntos? Realmente era poco lo que hablaban, porque era poco lo que se veían y lo que había que decir. Los fines de semana Javier quería “su espacio” y salía a “compartir con los muchachos”, ese patrón surgió a pocos meses de ser transferido a otra sucursal del banco. Era un empleado de carrera y se sentía realizado, hubo una plaza para gerente de esa sucursal y lo aceptaron. El se sentía completamente descontrolado, con una euforia loca por haberlo logrado. Aceptó rápidamente el nuevo reto y además la diferencia en su sueldo lo hacía sonreír de solo pensarlo. Según le dijo a Janet, “En esta sucursal las costumbres son diferentes y los empleados comparten más, incluso fuera de la oficina, así que no puedo oponerme porque acabo de llegar y esa conducta hablaría muy mal de mí delante de mis subordinados”. Además, con su nuevo nombramiento no había horarios y las reuniones fuera de horas comerciales eran parte de sus nuevas obligaciones. El consabido “Acuesta a los niños y no me esperes despierta porque parece que la noche va a ser larga, se convirtió de algo ocasional a algo casi permanente. Si ella le reprochaba, él le decía: “Querida, estamos discutiendo el caso de un cliente muy importante para la banco y necesitamos esa cuenta, hablamos después”.

No había comunicación, ni respeto y unos de los pilares más importantes para que una relación matrimonial funcione es el sexo y éste también brillaba por su ausencia. En ese momento se dio cuenta de que no quería aceptar la realidad porque era mejor hacerse de la vista larga a sufrir, a dejar que permeara el dolor, pero ¿acaso no estaba sufriendo de otra manera? Estaba furiosa por su estupidez. ¿Cómo permitió que el río tranquilo y lleno de paz que había sido su matrimonio se saliera completamente de su cauce?

Llamó a todo el mundo, la comida estaba en la mesa. Cenaron, recogió los platos y los dejó sin lavar en el fregadero. El ya estaba en el cuarto arreglándose para irse “de fiesta con los muchachos”. Ella le dijo, “necesito que no salgas hoy, tenemos que hablar”. A lo que él respondió “Janet, tu sabes que hoy es el único día que tengo para mí”. Y ella le dijo, “Fíjate que irónica es la vida, yo no tengo ningún día para mí. Y ya estoy harta de las mentiras, de tu falta de respeto por mí y por tus hijos. Y si no lo sabías, lo sabes ahora: No sé con quién, no sé cómo ocurrió y no me importa, sé que me eres infiel. Sé que tienes un affaire, sin embargo soy YO quién blanquea tus calzoncillos, soy YO la que lava y plancha tus camisas y soy YO, también la que está como una idiota corriendo de un lado para otro para que no tengas más gastos.




Lo que está pasando es que ahora todo el ahorro que YO hago se lo disfrutan tú y el pellejo ese”. (Despectivo, mujerzuela).
A Javier no le ocurrió nada mejor que decir: “¡Ah, pero espérate un momentito. ¿Quién es la culpable de todo ésto? ¿Quién es la que tiene que limpiar los baños, o bañar los chicos o se queda horas lavando la cocina? “Tú eres tan culpable como yo de que esto ocurra. Tú te dedicas a todo menos a mí. Siempre hay cosas más importantes que yo, nunca estabas dispuesta; siempre o estabas muy cansada o te dolía la cabeza o inventabas alguna excusa… ¿Qué querías que te ruegue, ya me cansé de darme la ducha de agua fría. No soy de palo. No me dejaste alternativa, tuve que buscar en otro lado lo que no había en mi casa”.


Si Janet estaba enojada, ahora estaba furiosa, “Espérate, cómo es eso porque no te entendí bien. ¿No estás negando que me fuiste infiel, al contrario lo estás reconociendo. No entiendo bien algo, tú me estas echando la culpa a mí de tu infidelidad, así sin más. Tú estás diciendo que tú no tienes nada que ver, o sea que tu eres la víctima de esta situación? ¿Entendí bien, verdad? ¿Cómo te atreves? ¿Cómo pudiste engañarme, traicionarme y sin ningún problema vienes a decirme que eres infiel, que eres desleal y sobre que me faltaste el respeto y yo tengo la culpa? Yo también puedo decirte que tú tienes la culpa, si hubieras ayudado a terminar todas las cosas que había que hacer, si hubieras ayudado con las asignaciones de los chicos, mientras yo hacía otra tarea, si este hubiera sido un matrimonio en equipo las cosas hubieran sido diferentes… yo hubiera terminado antes y podría haber pasado más tiempo contigo, no te parece, amor? No voy a caer en la indecencia de hablar contigo de quién tuvo o no la culpa, porque yo no fui la que estuvo en falta y sabes qué? Te quiero fuera de esta casa. AHORA. ¡Me das asco!”

“Janet, escúchame, por favor, estoy cansado de ocultarlo y de crear toda una pantomima cada vez que tengo que salir y cada vez que tengo que llegar tarde. Es mejor que sepas la verdad de una vez y me pueda estar en paz”. A lo mejor podemos volver a comenzar… No la quiero... Era sólo sexo…

“¡Qué idiota que fui! ¡Qué estúpida! Y pensar que al principio me creía que todos los cambios eran reales… porque iba a desconfiar de ti si nunca me habías dado una razón para pensar que me estabas engañando!!! ¿Cómo te atreviste a hacerme algo así? ¿Cómo?”


De pronto suena el celular de él. “¿Qué fue, que estás llegando tarde? ¿Ya se cansó de esperarte? Contesta, contéstale a ese cuero (despectivo, mujerzuela) y explícale que en este momento no la puedes atender porque estás con tu esposa.
Atrévete a hacerlo delante de mí y te vas a dormir con ella para siempre... en el cementerio. Dale, contesta, si tienes tantas agallas para lastimarme, para destruir esta familia, si cuando tomaste la decisión no te importaron ni tus hijos ni yo, dile que hoy no vas a ir porque tu esposa te descubrió y te está hablando de divorcio. Y de una vez, ya que estás en eso, le dices que se puede quedar contigo enterito, porque eres una basura y no vales nada”.

El no se atrevió. Sabía que la estaba haciendo pasar por un dolor muy grande, que le había mentido, la había defraudado, la había traicionado y lo que quedaban eran las cenizas de una pareja que había pasado muchos momentos únicos pero que ya no existían. En realidad él no pensaba irse de su lado, la otra era la otra y ella era su esposa; por ahora ella estaba muy enojada, hablaba por despecho, con furia, se sentía no solo engañada y traicionada; sentía que su vida había sido destruida completamente, sin embargo, el temía que después del enojo y pasada la rabieta, no quisiera una reconciliación y no sabía qué iba a hacer. Era mejor que gritara todo lo que quisiera porque de esa manera él se sentía menos culpable. Ya vería después como arreglaba las cosas, ella siempre había tenido un carácter dulce, posiblemente con un poco de esfuerzo lo perdonaba y él la quería, a su manera.

Ella estaba llena de rencor, molesta, con un coraje que se le salía por los ojos (enojo). Janet en su fuero íntimo lo sabía, lo había sabido prácticamente un poco después de que comenzó. Lo notaba raro, desde que comenzó a salir con “los muchachos” que nunca pasaron por su casa, que nunca llamaban por teléfono. Lo sabía porque cuando había sido la fiesta del banco que invitaba a todos los empleados con sus esposas, él no la llevó y ella no había dicho nada porque no le interesaba en lo más mínimo acompañarlo. Lo sabía porque antes de irse con “los muchachos” se bañaba, se perfumaba y se ponía ropa que no estaba de acuerdo con la ocasión; volvía tarde en la madrugada con olor a cigarrillo y a licor, aunque él no bebía, ni fumaba.


Ella fingía que estaba dormida y él fingía que se lo creía. La verdad era que ella no dormía y él lo sabía, pero ella le hacía un gran favor porque no tenía que mirarla a la cara y darle alguna explicación. Era mejor así para los dos.

Lo sabía, siempre lo supo pero no lo quiso reconocer porque dolía, porque era un cuchillo clavado en su corazón y no podía parar la sangre que manaba a chorros y a sus pulmones no le llegaba aire y se ahogaba en su dolor. Era una pesadilla en vivo y en directo, no sabía cómo soportar la decepción que le había dado quién fuera el amor de su vida.



En su momento, como tantas mujeres, pensó que callando iba a ganar la batalla y a lo mejor lo estaba juzgando mal. Por otro lado si era verdad, hacerse de la vista larga y no enterarse y pensar que después de un tiempo la aventura se terminaría y todo volvería a la normalidad, le daba esperanza. Le costó un poco madurarlo y se dio cuenta de que no había alternativas para ella, no podía seguir con él. Si la estaba traicionando, lo iba a volver a hacer. La única salida era sacarlo de su vida.

Ahora sabía que la realidad había tocado a su puerta. No había otra opción más que pensar en sus hijos, ya que su matrimonio había fallado completamente y le iba a tomar mucho tiempo volver a retomar el control de su vida. El quiebre del matrimonio ya había ocurrido y no había marcha atrás. No había que arrepentirse de lo que pasó o de lo que no fue, ella también cargaba su pequeña culpa, porque un matrimonio se hace de a dos . Lo pasado estaba convirtiéndose en hoy y a pesar de la desesperación había que salir adelante. Ahora debía superar el escollo, tal vez buscar ayuda psicología para ella y sus hijos, además un buen abogado. Pasaban tantas cosas por su cabeza…

“Quiero que te vayas YA mismo. Tu “doncella” te espera. Mañana pasa a recoger tus cosas, no te quiero volver a ver hasta que estemos frente al juez”.





El se quedó perplejo, nunca pensó que Janet se atrevería a tratarlo de esa manera. Ahora estaba arrepentido, nunca pensó que su matrimonio moriría en unas horas. No fue a ver a su amante, se fue a un hotel. Y él que pensaba que era tremendo partido para cualquier mujer, que por fin tenía una buena situación económica, un buen puesto, un buen auto, una oficina con vista al mar, un buen físico y podía hacer lo que le viniera en gana porque Janet no le daba todo lo que él merecía y qué, resultó que lo pusieron “con las patitas en la calle”, qué sensación tan horrible, por fin se había dado cuenta de que había perdido el control y que a lo mejor había estado muy equivocado. Le pareció entender que la ruptura iba a ser para siempre… estaba muy confundido… 


No dejes que tu historia acabe igual, piensa antes de actuar. No dejes que te pase a ti. Comunícate con tu pareja, resuelvan sus problemas, tomen buenas decisiones y trabajen para atreverse a ser felices... ¡Todos nos lo merecemos!

¡Japi Bloguin!! ¡Qué tengan un buen inicio de la semana! 





Test para saber si tu pareja te es infiel:

Referencias


¿Necesitas ayuda?

787 667 4520



Fondos Unidos de Puerto Rico:
211

Escuela de Medicina de Ponce y Ciencias de la Salud
Terapia matrimonial y de familia
787 840 2575 / 787 840-0052

Centro universitario de servicios y estudios psicológicos
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Rio Piedras
787 764 0000 x 3545, 7436


No hay comentarios:

Publicar un comentario